viernes, 26 de enero de 2018

La Formación Profesional ofrece muchas respuestas a los retos del mercado laboral

La Formación Profesional  ofrece muchas respuestas a los retos del mercado laboral
¿Qué diríamos de un aprendiz de ingeniero que acaba siendo miembro del consejo ejecutivo de una empresa de la lista Fortune 500 global? ¿O de los miles de antiguos aprendices satisfechos con su trayectoria que gestionan, a menudo siendo propietarios, las pequeñas y medianas empresas que forman la columna vertebral de muchas economías?
Lamentablemente, yo todavía me encuentro con escepticismo cuando explico las ventajas del aprendizaje y de los programas de preparación para el trabajo. Eso obedece en parte a factores estructurales. En Finlandia, los jóvenes tienen un 71% de posibilidades de pasar por la formación profesional y educativa. En cambio, si nos vamos a Chipre, esas oportunidades apenas están disponibles para un 16%.
Parte de esta disparidad se debe a la cultura y a las mentalidades. Aún hoy, siguen existiendo grandes diferencias de actitud respecto a la formación profesional y educativa dentro de la Unión Europea. Según un estudio realizado por el Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional, los encuestados de Malta, Finlandia, la República Checa, el Reino Unido e Italia tienen en general una opinión muy positiva acerca del prestigio y la reputación de estos sistemas. En cambio, en Francia, Hungría, Bélgica y los Países Bajos, las reacciones son mucho más negativas.
Eso es preocupante en varios aspectos. Mientras que las economías de la UE han vuelto en líneas generales a la senda del crecimiento, el desempleo, especialmente entre los jóvenes, sigue siendo motivo de preocupación en muchos Estados miembros. Aunque los datos nos demuestran que la formación profesional y educativa mejora las perspectivas de los jóvenes, muy pocos son conscientes de ello. Esto resulta especialmente inquietante en vista de la importancia que tiene una exposición temprana al trabajo en un entorno laboral que registra cambios muy rápidos, con una creciente escasez de mano de obra cualificada y el auge de la economía del trabajo esporádico.
¿Qué explica las diferentes opiniones de los europeos? En parte, las expectativas influyen. La formación en centros de trabajo, ya sea en grandes empresas o en pequeños negocios familiares, era antes lo más habitual: pensemos en todos esos oficios y gremios europeos en los que el conocimiento se transmitía enseñando a los jóvenes profesionales directamente en el trabajo, complementando lo que aprendían en la escuela.
En la Europa de habla alemana, esa tradición ha sobrevivido. La formación en los centros de trabajo y los planes que combinan el aprendizaje en el aula con la experiencia y la formación profesional conservan un prestigio significativo. En Suiza, la sabiduría popular dice que los estudiantes que optan por la línea puramente académica son los que van "a lo fácil", mientras que los aprendices logran algo de verdad. Pero en otros lugares, la consideración de que gozan los aprendices ha disminuido, muchas veces debido a la supuesta imagen de superioridad de una formación universitaria de orientación más académica. Algunos jóvenes llegan a pensar hoy en día que ni siquiera basta una titulación universitaria, y que los títulos de máster son ahora el requisito mínimo para poder acceder a un buen empleo.
Esta presión para aspirar a unos mayores estudios universitarios responde a unas intenciones nobles. El afán por reducir las disparidades ha propiciado una mejora notable del acceso a la educación superior en todo el mundo. Y eso es algo totalmente deseable. Pero ha tenido el efecto pernicioso de crear una multitud de jóvenes con muy buena formación universitaria… que no encuentran trabajo. Al mismo tiempo, las empresas han empezado a lanzar la voz de alarma acerca de la disminución del acceso a jóvenes dispuestos a aprender un oficio en el lugar de trabajo.
Y muchas veces, las buenas intenciones de los padres han contribuido a ello. Pero empujar a los chicos a emprender un itinerario académico también ha implicado pasar por alto habilidades que se hubieran desarrollado de una manera óptima en el mundo del trabajo real, ya sea en el comercio y el mercado (como floristas, panaderos o vendedores), en los servicios (banqueros, personal de seguros o funcionarios) o en las fábricas.
La formación en los centros de trabajo, lejos de ser una solución del pasado, figura entre las respuestas a las demandas futuras del mercado laboral. Sirve para dotar a los jóvenes de las aptitudes más avanzadas, desarrollar sus características personales y -algo importantísimo actualmente- fomentar la innovación, al aprovechar sus habilidades digitales intuitivas.
La formación profesional ayuda a los jóvenes a responsabilizarse desde el principio; enseña la importancia del trabajo en equipo e inculca el valor del respeto, ya sea por las normas de salud y seguridad o por los compañeros de trabajo y los jefes. Es importante destacar que los jóvenes se convierten en una pieza vital de la cadena productiva y la producción del país, reciben un salario y por tanto pasan a ser consumidores, pagando impuestos y cotizando para sus propias prestaciones.
Las ventajas de estos sistemas van más allá de la mejora de la empleabilidad de un individuo. Los empleadores adquieren talento y personal capacitado que se ha beneficiado de la exposición al mercado laboral. Y si bien el incremento de las tasas de acceso a la universidad no deja de ser loable desde un punto de vista social, también lo son la reducción del desempleo y el aumento de los niveles de satisfacción de las personas, algo que adquiere importancia a medida que las nuevas generaciones se incorporan al mundo del trabajo.
Por suerte, la tendencia se está invirtiendo. Los responsables políticos nacionales y de la UE han empezado a reconocer las ventajas de la formación profesional y educativa, especialmente en vista del elevado desempleo de estos últimos años. Es posible que la formación en los centros de trabajo todavía no sea algo atractivo para todos, pero no cabe duda de que el interés que suscita está en aumento.
En noviembre, el protagonismo recaerá sobre la Semana Europea de la Formación Profesional, una iniciativa diseñada para aumentar el atractivo y la consideración de la formación profesional y educativa, y servir al mismo tiempo de escaparate de la excelencia y la calidad. Como embajador de la semana de la UE, me enorgullece poder transmitir este mensaje en todas las ocasiones que se me presentan. Después de todo, yo también fui aprendiz una vez.

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