Vivir sin redes sociales es posible, pero tiene un
precio
VIERNES, 7 DE NOVIEMBRE DE 2014 7:38 GMT
Debo reconocerlo, sufro de una adicción a las redes sociales. Facebook,
Twitter, Tumblr, Pinterest y LinkedIn son mis destinos digitales
preferidos. Además de WhatsApp, que no es exactamente una red social, sino una
herramienta para estar en contacto con mis amigos. De acuerdo a un estudio publicado recientemente, cada vez más gente accede
a las redes sociales por puro aburrimiento. Entra en, por ejemplo, Facebook
y comienza a recorrerlo sin rumbo. Bueno, no era algo muy difícil de descubrir.
Aunque no creemos que ese sea el problema. La verdadera pregunta es si
realmente vale la pena entrar tan a menudo en las redes sociales. Me
conecto más de una vez al día, para informarme o simplemente para ver qué
sucede en el inmenso mundo digital. Además utilizo las redes sociales a diario
en el trabajo, lo cual me permite acceder con rapidez a los contenidos y no
perder tiempo navegando. ¿Pero qué pasaría si no me pudiera
conectar a las redes sociales? A mitad de camino entre apuesta y
experimento Ni en mis sueños más locos creí que soportaría pasar una
semana sin conectarme a las redes sociales ni a WhatsApp. Sin embargo, lo logré. Todo comenzó durante una
conversación con Marina, una colega del trabajo. ¿Has pensado cómo sería vivir
una semana sin redes sociales...? Nunca lo hubiera ni siquiera considerado,
pero la ocasión me parecía ideal. Una apuesta, para bien o para mal, que
contaré a continuación. Aunque reconozco que hay muchos artículos sobre este
tema, en éste me concentraré en mi propia experienciapersonal e
indicaré cómo esta prueba transformó mi vida cotidiana.
He resistido a la tentación...
¿Cómo fueron mis días sin conectarme a Facebook y compañía? ¿Qué descubrí
al finalizar mi experimento? Pasé 6 días sin Facebook, Twitter, WhatsApp ni
Tumblr, y durante el experimento utilicé solo el correo electrónico y
el chat de Gmail. Viejos hábitos y contratiempos Sin duda,
mi primer día sin redes sociales fue un verdadero infierno. Daba por descontado
que podría soportarlo sin problemas, por lo que desactivé todo. Desactivé la
conexión de datos en mi smartphone y cerré cesión en todas mis
cuentas. Prácticamente había vuelto a los años 90. La primera víctima fue la
rutina, esas simples acciones que realizas cada día sin darte
cuenta. Gestos a los que no les das ninguna importancia, pero que forman una
parte no menor de tu vida diaria. Tanto al llegar como al salir del trabajo me
gusta enviarle un mensaje a mi novia a través de WhatsApp, simplemente para
decirle que todo va bien y que en poco tiempo estaré en casa. No he podido
hacerlo y debo reconocer que llamar en este caso no es lo mismo;
porque estos mensajes son casi una tradición para mí. El desayuno por la mañana
y el momento despuéhojear mi agenda mientras como. Puede parecer
extraño, pero mi primer día sin redes sociales fue casi un shock.Trabajo y
citas: un verdadero desastre El segundo día fue aun peor que el
primero. Utilizo las redes sociales para trabajar, en particular para estar en
contacto con las personas que debo entrevistar. Ellos me envían las respuestas
a mis preguntas a través de Facebook. No conozco otra forma de
organizarme. No tengo la dirección de correo de mis contactos y no tengo
forma de localizarlos. La desesperación me devoró durante todo el día.
Finalmente, tuve un golpe de suerte. La persona a la que había entrevistado se
ocupó de enviarme todo por correo electrónico, dado que no respondía a sus
mensajes por Facebook. Por la noche, más problemas. Uno de mis amigos venía
desde Inglaterra a visitarme, y me avisaría por WhatsApp una vez que llegara al
aeropuerto. Intenté llamarlo para decirle que no estaba conectado a WhatsApp,
pero su móvil estaba apagado, o quizás se había quedado sin batería. Durante
una hora lo esperé en la salida de la estación de metro. Finalmente, cuando
llegó me dijo: «Recibiste mi mensaje, ¿no? Te dije que mi vuelo estaba
retrasado.» Y mejor no hablar de los grupos de Facebook, o de los
eventos y las conversaciones con mis amigos por WhatsApp. El olvido absoluto,
mientras el mundo sigue avanzando sin ti. ¿Cumpleaños? ¿Cenas? ¿Ensayos con tu
banda? Entre los pocos que me han podido contactar empleando
métodos alternativos se encuentran mi padres. Pero lo más extraño es que no me
han enviado un SMS, sino que le escribieron a mi novia por WhatsApp para
preguntarle si yo estaba bien. Fantástico. Si no fuera por mi novia, me habría
sumergido en la oscuridad absoluta a nivel social. ¿Todas las redes
sociales son útiles? Fue una semana difícil, pero finalmente puedo
extraer las conclusiones de mi experiencia.Vivir sin redes sociales es una
tarea ardua, pero no imposible. Por supuesto, no todas son necesarias.
Aunque descubrí que WhatsApp sí es indispensable. Las personas han perdido la
costumbre de llamar por teléfono y, si no avisas de antemano, todos pensarán
que estás de vacaciones o que te has tomado unos días para relajarte y
descansar. Volver a los SMS es imposible. Por otro lado, antes de
la semana pasada nunca había enviado un SMS desde mi smartphone y debo confesar
que es tremendamente incómodo. En lo que respecta a las redes sociales, creo
que desconectarme de Facebook fue algo positivo, de hecho, casi no
sentí la ausencia de la red social de Mark Zuckerberg. Pero sí sufrí la
ausencia de Twitter. Al quitar de mi vida diaria Facebook, gané un tiempo
precioso sin sacrificar el acceso a información de calidad. Lo que sí eché de
menos fue Twitter y su constante feed de noticias. No me fue posible
seguir las actualizaciones, lo cual incidió negativamente en la cantidad y
en la calidad de mis lecturas cotidianas. En cuanto a LinkedIn, Tumblr y
Pinterest, ninguna de ellas representó un problema serio. El precio de vivir
sin conexión ¿Qué aprendí de esta experiencia? Abandonar por unos días la
dinámica de las redes sociales es útil para analizar y examinar qué
es lo que verdaderamente estamos buscando allí. En mi caso, el ayuno digital me
ha ayudado a comprender que no todas las redes son indispensables. Esta apuesta
también me hizo analizar bajo otra perspectiva los pequeños hábitos de mi
rutina. No poder enviar fotos o mensajes ni a tus amigos ni a tu familia tiene
consecuencias sobre tu estado de ánimo y puede transformar tu día para
peor. Se trata sin embargo de una experiencia útil, y aunque quizás no
todos la vean con buenos ojos, yo la recomiendo intensamente. Al final
obtenemos una visión más lúcida de los contenidos, verdades y rumores que circulan
por la red. Y quizás nos demos cuenta de que la verdadera pregunta no es ¿Qué
quiero leer?, sino¿Realmente quiero leer esto? Entonces el
navegar y el chatear asumen nuevas dimensiones, y la confusión entre lo real y
lo virtual pasa al primer plano. Cuéntanos en los comentarios lo que
piensas y si finalmente te has atrevido a repetir nuestro experimento. En
particular, si te interesan las redes sociales, también te podría interesar el
siguiente artículo: Redes sociales y chat anónimos: ¿por qué son tan atractivos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario